Y es lo mejor que me ha pasado en la vida.
Llegó a nuestro hogar de la forma más inesperada, siendo un cachorro de tan sólo dos meses. Según nos contaron, había sido abandonada junto a sus hermanos, dentro de una caja, en mitad de la calle bajo el frío del invierno, fruto de otra camada indeseada.
El caso es que llevábamos tiempo queriendo adoptar un perro, ya que hacía un año que mi pareja y yo nos habíamos independizado, aunque la idea que llevábamos en la cabeza (al menos yo) era diferente: acoger a un perro adulto, ya que éramos totalmente primerizos en el tema y no nos sentíamos del todo capacitados para enseñar desde cero a un cachorro.
Sin embargo, allí estaba ella, ¿Y cómo resistirse a sus encantos?
Posiblemente cometimos muchos errores, pero lo cierto es que el proceso de aprendizaje resultó bastante más sencillo de lo que hubiéramos imaginado. Claro está que Nica pasó por todas las fases de un cachorro, incluida esa en que se destrozan los zapatos y hacen explota el sofá, pero se calmó pronto. Y también nos demostró que se trataba de una perra dócil, sociable y muy inteligente.
En este caso concreto, al poderse repartir la camada entre gente de confianza, nuestra pequeña peluda -y hermanos- no fue a parar a ningún refugio y, gracias a Dios, tampoco a la perrera.
Desgraciadamente no es este el final de miles de podencos (o cruces del mismo)...
Llegó a nuestro hogar de la forma más inesperada, siendo un cachorro de tan sólo dos meses. Según nos contaron, había sido abandonada junto a sus hermanos, dentro de una caja, en mitad de la calle bajo el frío del invierno, fruto de otra camada indeseada.
El caso es que llevábamos tiempo queriendo adoptar un perro, ya que hacía un año que mi pareja y yo nos habíamos independizado, aunque la idea que llevábamos en la cabeza (al menos yo) era diferente: acoger a un perro adulto, ya que éramos totalmente primerizos en el tema y no nos sentíamos del todo capacitados para enseñar desde cero a un cachorro.
Sin embargo, allí estaba ella, ¿Y cómo resistirse a sus encantos?
Posiblemente cometimos muchos errores, pero lo cierto es que el proceso de aprendizaje resultó bastante más sencillo de lo que hubiéramos imaginado. Claro está que Nica pasó por todas las fases de un cachorro, incluida esa en que se destrozan los zapatos y hacen explota el sofá, pero se calmó pronto. Y también nos demostró que se trataba de una perra dócil, sociable y muy inteligente.
En este caso concreto, al poderse repartir la camada entre gente de confianza, nuestra pequeña peluda -y hermanos- no fue a parar a ningún refugio y, gracias a Dios, tampoco a la perrera.
Desgraciadamente no es este el final de miles de podencos (o cruces del mismo)...
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