domingo, 2 de agosto de 2015

Podencos felices: Bambi

El 3 de noviembre de 2014 la difusión de una perrita a la que sus rescatadores llamaron Ágatha surgía con fuerza en las redes sociales. Su historia era tan cruel y su estado tan preocupante que no tardó en hacerse popular: fue hallada con los dedos de su pata derecha seccionados por un cepo, dos profundas heridas en la pata izquierda y los dientes desgastados de intentar liberarse de aquella trampa que casi le cuesta la vida.

Aquella podenquita de alrededor de 10 meses y 6 kilos resultó ser una paciente ejemplar que se que se dejaba curar con valentía, sin soltar un solo gemido.


Ya a salvo y realizadas las primeras curas, un ángel (que en esta ocasión lleva por nombre Estefanía) se ofreció a darle acogida indefinida en Asturias. El viaje se realizaría a través de transporte animalista en un recorrido que no estuvo exento de contratiempos. Bambi salía de Córdoba a Sevilla, donde recogerían a otra peluda compañera de viaje. Su llegada se retrasó día y medio por culpa de una avería en el vehículo.

Consiguieron llegar a Sevilla para recoger a Laika, que tenía adoptante en Salamanca. Una vez allí, otra desagradable sorpresa: la adoptante de Laika se desentendió de ella, asegurando que la habían engañado y que estaba esperando a una persona (había pasado incluso entrevista de preadopción). Así que tuvieron que continuar juntas su viaje hasta Asturias, donde se estropeó de nuevo el coche. Cuando estaban a punto de volver con Laika a Sevilla, alguien se ofreció a acogerla allí mismo.


Afortunadamente, las cosas para Ágatha fueron distintas... ¡Por fin se encontraba con su familia de acogida!

Su suerte comenzaba a ser diferente, aunque todavía quedaba un largo camino por recorrer y muchos obstáculos que superar en lo que se convertiría en una lucha casi eterna por llegar a sanar aquella patita maltrecha.

El pirmer cambio importante en su vida fue el nombre: ahora pasaría a llamarse Bambi, ¿Adivináis por qué?

Como suele ser habitual en estos casos, nuestra podenquita llego aterrada a su nuevo hogar. Aunque agradecía como nadie las caricias que le regalaban, sentía pánico cada vez que alguien se acercaba a ella. Temblaba tanto que hasta parecía tener frío.

5 días. Ese es el tiempo que tardó en confiar en los miembros de su casa de acogida. Pero una vez franqueadas las barreras iniciales, Bambi no se separaba de ellos, salvo que hicieran ruidos bruscos o ejecutaran movimientos demasiado rápidos.

Físicamente también había problemas: el tendón de la pata derecha, la que había sido atrapada por el cepo, estaba contraído. El veterinario aseguró que costaría mucho tiempo y dedicación recuperarlo, aunque tampoco había garantías de que se pudiera legar a conseguir ¡Había que empezar ya la rehabilitación!


Le pusieron una férula que, el primer día, no le duró una hora, el tiempo que tardó en quedarse sola. Se la arrancó con ayuda de Robe, el perro de la familia y compañero de fatigas de nuestra protagonista. Estefanía decidió ponérsela sólo por las noches, que es cuando la tenía totalmente controlada, sin pararse a pensar de la pequeña en realidad les podía estar avisando de que algo no iba bien.

La última vez que se la pusieron se percataron de que la pata se había hinchado un poco, teniendo que acudir al veterinario de nuevo a recibir instrucciones nuevas. Una vez allí, le quitaron el vendaje y descubrieron una pequeña herida en la zona donde la apoyaba para andar: tenía la piel necrosada.

Entonces ya le advirtieron a Estefanía que lo más probable es que tuvieran que amputarle la patita. Pero aquello no entraba en sus planes. Ella quería intentarlo todo, así que se llevó antibiótico y una crema para poder hacerle las curas en casa. Pero aquello no parecía mejorar y las opciones seguían siendo las mismas; amputar o continuar con las curas.

Así que fue a otro veterinario que cambió la crema por miel y le recetó un antibiótico más fuerte para sanar el hueso, recomendándole dejar la herida al aire.  En su empeño porque esto resultara y Bambi no se lamiera  o apoyara la herida en el suelo, Estefanía ideó un peculiar sistema con un colador...


 Pero aquello tampoco parecía estar dando resultado y las esperanzas se iban acabando...

La infección de la zona y la inflamación cada vez eran mayores y en esta ocasión ambos veterinarios coincidían: o se amputaba la pata de Bambi o la infección podría llegar a la sangre y acabar con su vida.

Y así tuvieron que  hacerlo...

Bambi recién operada.
En contra de lo que pudiera parecer, aquella decisión no supuso ni mucho menos un final triste para esta historia. Para empezar, ver que Bambi se dejaba hacer las curas sin ningún síntoma de dolor hizo que Estefanía se diera cuenta de que la perrita no se merecía más cambios ni más dolor. Por fin era feliz, y eso le llevó a tomar la decisión de adoptarla oficialmente y para siempre.

¿Y qué decir de Bambi?

Poner fin a aquel terrible dolor supuso un cambio increible tanto en su aspecto físico como en su forma de vivir la vida. Las fotos del antes y el después lo dicen todo.


Ahora Bambi es una podenca feliz, que se comporta como todo perro joven ha de hacerlo. Ha descubierto los sublimes placeres perrunos de roer los objetos de los humanos, rascar las paredes y jugar a las emboscadas con su hermano Robe. Pero sobre todo, ahora puede hacer lo que todo podenco adora por encima de lo demás: ¡CORRER!


Desde aquí le deseamos todo lo mejor a esa perrita valiente y a su familia. Y que sean muchos los años en que siga dándoles la pata a las 5 de la mañana para que jueguen con ella, comiendo pizza y poniéndose panza arriba para que le rasque la barriga.

Se merece todo eso, y más.

No hay comentarios: