domingo, 30 de agosto de 2015

Podencos Felices: Tai

Ana Rosa tenía hace años una perrita que rescató de la calle con dos años. La que entonces se llamaría Laika, llegó sucia, con el pelo quemado y una conjuntivitis tan aguda que ocultaban su auténtica belleza, por la que meses después, cuando estaba completamente recuperada, pasaría a ser rebautiza como ‘Pibón’.


Inesperadamente, aquel bellezón murió 7 años después a consecuencia de un cáncer de páncreas. En ese mismo momento, a pesar de la enorme carga emocional y de tener que escuchar que era demasiado pronto para hacerlo, inició los trámites para sacar del infierno de la perrera a la que acabaría convirtiéndose en su nueva compañera.

No pretendía sustituir a la primera ni era deslealtad hacia ella (tardó 6 meses en poder ver una foto suya sin que le diera un ataque de ansiedad y llegó a perder 4 kilos en una semana de pura tristeza) sino que se trataba de una decisión meditada que siempre había tenido presente. 

Ana Rosa llegó a la perrera de Cantoblanco (Madrid) con las ideas muy claras sobre lo que buscaba: una hembra de alrededor de dos años de tamaño pequeño, ya que ella viajaba mucho en avión y quería llevarla siempre con ella, en un transportín y no en la bodega. 

Dio una vuelta por el lugar observando que todos eran demasiado grandes para poder adoptarlos. Así que cuando se dirigía hacia la salida con el alma hecha pedazos, apareció un chico con un torbellino de orejas enormes que tiraba con fuerza hacia ella. Ana Rosa se agachó, la perrita se acercó, y ella le preguntó: “¿Tú te llamas Tai?”. La respuesta de nuestra podenquita fue clara e inequívoca: le comió toda la cara a besos. 

Así fue como Ana Rosa eligió a Tai ¿O deberíamos decir que fue Tai la que escogió a Ana Rosa? El caso es que aquella reacción hizo que la perrita, que estaba a punto de ser puesta en adopción después de pasar en aquel lugar el plazo de 10 días por si alguien la reclama, recibiera el mejor regalo del mundo: un nombre. Un nombre que además hacía honor a uno de los primeros perros que tuvo la familia de Ana y la adoptó nada más nacer como cachorro de la manada, aportándole mucho más de lo que nadie podría comprender. 

Corría el año 2006. Concretamente, el 11 de enero. Tai y Ana Rosa salían juntas de la perrera y fueron a conocer a su veterinario. Al fin tenía lo que buscaba, una hembrita no muy grande de alrededor de dos años… ¿O tal vez no? 

Nada más llegar a casa con ella se dieron cuenta de que se trataba de una perra curiosísima que no quería perder detalle de todo lo que pasó alrededor. La pobre traía tanta hambre que no dudaba en comerse con una facilidad pasmosa todo aquello que conservara el olor de algún alimento, incluidos los papeles de unos caramelos que vomitó a la mañana siguiente de su llegada. 

En visitas posteriores al veterinario, Ana Rosa fue descubriendo la realidad sobre el pasado de Tai. Para empezar, no tenía 2 años. De hecho, no había pasado ni su primer celo: era aún una cachorrona. Una cachorrona que desgraciadamente ya sabía lo que era el abandono más ruín y miserable: destetada demasiado pronto, malnutrida y descalcificada. Todo parecía indicar que la pequeña había pasado su corta vida atada, sin ver la luz del día.

A partir de ahí tuvieron que tomar mucho el sol juntas para que la peque fijara el calcio en sus huesos y dar paseos que se iban alargando poco a poco porque la pobre se cansaba rápido a consecuencia del dolor que sentía en el cuerpo. La recuperación fue lenta y progresiva, pero con los cuidados adecuados consiguieron que su recuperación física resultara más que satisfactoria, quedándole como única secuela algunos problemas de estómago que se solucionan rápidamente aplicando los remedios adecuados. 

Como es de esperar, el carácter de Tai es incomparable al que tenía Pibón: es nerviosa, juguetona y tiene mucho genio. Tanto es así que en menos de una semana de su llegada a su nuevo hogar ya se había comido la anea de unas butaquillas de 1890 ¡sobrevivieron una guerra civil pero no la presencia de un podenco revoltoso! 

Y a pesar de todo, a sus 10 añitos recién cumplidos, Tai continua siendo la alegría de la casa. Un ciclón de energía que llegó con fuerza para quedarse y entablar una relación tan especial con Ana Rosa que hace que vayan juntas a todas partes y pocas veces se separen, aunque eso suponga tener que llevársela cuando sale a comer fuera de casa o a tomar un simple café.

Tai es tan feliz que es fácil verla mover el rabillo a todas horas. Y esperamos que así sea por muchos años más, jugando con la pelota, disfrutando de esos largos paseos que tanto le gustan y recibiendo los mimos que reclama a menudo.

3 comentarios:

Ana Rosa dijo...

Pareciera qué nos hayas estado observando durante todo este tiempo :) Ma-ra-vi-llo-sa-men-te expresado!!! Tai te manda un lametónquitapecas y yo un besico grande 😘

Unknown dijo...

Que suerte ha tenido Tai. Enhorabuena a las dos.

Ana Rosa dijo...

Muchísimas gracias, Sergio!!! Sin lugar a dudas, la mejor decisión que he tomado en los últimos 10 años :)